Aventurera

 



Durante los años 80 y 90 fui una auténtica aventurera. No paraba ni un momento en casa. Viajé a todas partes. Recorrí el mundo y más allá. Visité países increíbles, lejanos reinos… Exploré cráteres lunares, fondos abisales a más de 20000 leguas de la superficie marina… Cené alguna que otra vez en el interior de un tronco de árbol o en una madriguera...

Durante mis viajes conocí increíbles personajes que me acompañaron en mi travesía. Desde ancianas tortugas, hasta dragones más blancos que la nieve, veloces zorros, ratones parlantes… Mis primeros libros fueron de una colección de clásicos Disney que, cada mes, comprábamos en “El Santiagués”, un local híbrido entre quiosco, estanco y bar, al principio de mi calle.


Todo empezó allá por el 1984. La profe Mari Carmen, sin saberlo, me dio el primer billete, escribiendo en la pizarra: “Mi mamá me mima”. Siguiendo la tiza de la profe Mari Carmen, aquel año aprendí a leer y empecé a viajar. Mil veces me imaginé Bastián en el desván de su colegio, protegido de la lluvia y de una pandilla de abusones. Mil veces me imaginé surcando el cielo, bailando con una niñera mágica, visitando una fábrica de chocolate, arropada en la selva por una manada de lobos.

Hoy, la publicación de la troll me ha recordado mis antologías de cuentos de Andersen, que acabaron tan gastadas por ser tan queridas.

Hoy recordé, aquellas tardes después del coelgio merendando acompañada de Espinete, Don Pimpon, Coco… Esperando con ansia los misterios de aquel Sherlock Holmes, obra de mi admirado Miyazaki. Canturreaba la cabecera de Willy Fogg en la bañera, masticaba sugus, desayunaba galletas María. Mi existencia parecía totalmente corriente. Solo yo conocía el secreto de mi doble vida: los libros.

Hoy, tropecientos años después, continuo con mi doble vida. Los amigos de las páginas son amigos para siempre y nunca te abandonan. Gracias a ese billete tan especial que me dio la profe Mari Carmen, sigo volando en dragón siempre que quiero.



...Y cuando estaba sola
siempre emprendía el viaje,
en medio del silencio,
acariciando páginas.
Y volaba muy lejos,
sin llevar equipaje.
Desayunaba cuentos
y comía novelas.
 En medio de la noche
dormía en las estrellas
y volaba muy alto,
y volaba muy lejos.
 
Escalaba montañas,
me fundía en el viento
y me hacía unas alas
cosiendo letras negras.
Montada en un navío
desplegaba las velas
y surcaba los mares...
 
Me convertía en otra,
en otro; en mucha gente.
Alrededor el mundo
esperaba silente
a cambiar de escenario...
 
Traspasaban mi carne
un montón de palabras.
A veces los finales
se bañaban en lágrimas.
A veces se rendían
y deponían armas.
Otras, mil corazones
se leían entre líneas,
o al cerrar la cubierta
aún se escuchaban risas.
 ...Y cuando estaba sola,
nunca en verdad lo he estado.
Siempre en medio de un viaje
sobre mi amigo alado.
Corrí mil aventuras,
me enamoré cien veces.
Di besos a escondidas,
fui de las más valientes
de incontables batallas.
 
...Y cuando estaba sola,
nunca en verdad lo he estado.
He remontado el vuelo
con destellos de sol
o con cielo nublado.
Un avión de papel
ya me estaba esperando
anclado a mi ventana
para pasar sus páginas
y dormirme con él
hasta empezar mañana.
 
 
A los libros, que jamás me han dejado sola.



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