La penumbra


La penumbra es una compañera peligrosa; traicionera..
Juega con las formas y las sombras; con nuestra cabeza. Con nuestras dudas y con nuestras certezas.

La penumbra con los ojos abiertos o cerrados, eso no importa, se convierte en un espejo opaco que únicamente refleja nuestro interior y nos obliga a una lucha cuerpo a cuerpo contra nosotros mismos; contra nuestros miedos y preocupaciones; contra nuestros deseos, nuestros secretos y esas cosas que sólo en la soledad de un silencio oscuro nos atrevemos a decirnos.

El insomnio modela monstruos de palabras, como figuritas de arcilla; espirales sin fin de frases que seguimos sin brújula posible hasta que la intuición de un nuevo día enmarca las siluetas.

Los pensamientos aparecen de repente; uno tras otro.
Un chaparrón. Una tormenta de verano.
Relámpagos arañando el cielo. Letras negras escupidas al azar sobre una hoja en blanco.

Esta noche la penumbra se ha reído de mí. Me ha asustado.
Esta noche la penumbra me ha hablado al oído con su la voz ronca de quién se ha fumado demasiadas historias.
Esta noche la penumbra me ha revuelto el estómago como cuando mis hijos nadaban como renacuajos dentro de mis entrañas.
Esta noche he parido miedos que han dejado un charco de sudor sobre mi almohada.

Miedo a lo viejitos que están Trufo y Canela. Oía sus patitas caminando por el pasillo; buscando un lugar más fresco; bebiendo agua, y me he levantado varias veces para acariciarlos; para sentirlos.
Miedo a que las pesadillas visitasen a David, y a su respiración a veces ronca y leve.
Miedo a un SEPTIEMBRE de letras mayúsculas y punto de inflexión donde mis últimos bebés empiezan el cole y la vida les cambia; y la vida nos cambia.
Miedo a un tiempo que pasa sin preguntar, sin mirarnos.
Miedo a la penumbra.
Miedo a tener miedo.

Ahora, ya de día, escribo junto a la ventana abierta. Un receso en medio del lío que es preparar las bolsas con las toallas y los bañadores con los cuatro peques a mi alrededor.
Hace sol, es festivo y apenas se oye ruido en la calle.
La penumbra se ha ido a dormir. Me pregunto si ella tendrá, como yo, sus propios miedos; quizás del sol; quizás del día. Puede que su mayor miedo sea que nosotros dejemos de tenerlo.
Cuando ponga punto y final seguiré con el día. Reiré y jugaré con los niños. Me haré ilusiones con poder escribir más tarde o dibujar un poco. Ya digo; ilusiones...
Mantendré a ralla a la penumbra, aunque la intuya, escondida en algún rincón de mi corazón, esperando nuestra cita nocturna.




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