El lobo rojo

 

Portada de El Lobo Rojo | Imagen propia



Llevo todo el día con ganas de llorar. A primera hora se me ha formado una bola en la boca del estómago, y no se deshace; no quiere marchar.

Llevo todo el día con ganas de llorar; tantas que las escribo con mi lápiz, letra a letra; lágrima a lágrima. Porque las letras pueden serlo todo: lágrimas, sonrisas... Palabras.

Esa nube cargada de llanto que se ha acomodado en mi pecho no es borrasca ni anticiclón; alegría ni tristeza. Solo es la vida. Esa que somos y que nos rodea; que amamos a veces y otras, aniquilamos. Una complejidad que supone una existencia. Ecuación en la que juegan papel fundamental un montón de incógnitas: átomos, moléculas; espíritu... Esa que nosotros ansiamos definir, como si todo lo que es alguien pudiera caber en la acepción de un vocablo escrito en algún lugar. Buscamos constantemente ser, estar, parecer; no nos conformamos con existir; descubrir, respirar, latir; sangrar. Y así, la esencia se va quedando abajo, muy abajo, al fondo del cajón de una memoria que no la reconoce.

El lobo rojo: sesenta páginas que son pura maravilla

Primera página de El Lobo Rojo | Imagen propia



Llevo todo el día con ganas de llorar tras leer "El lobo rojo". Una historia que me mostró, en sesenta hermosísimas páginas, como la vida; este periplo, esta travesía; es mutación, polisemia, reinvención, olvido y recuerdo; principio y final. Aromas y tactos que nos tocan y nos envuelven en instantes que ya son, en sí mismos y por derecho propio, una vida entera. 

El protagonista, un perrito rojizo y peludo, cae dese el carruaje en el que viaja su familia y, ahí, entre los surcos dibujados por las ruedas en la nieve, comienza a reescribirse su destino. Y, desafiando su tamaño, el largo de sus patitas, su fuerza... Desafiando quién era, se convierte en cazador, en parte e una manada. Su historia continua, crece y cambia hasta un final en el que todos los destinos de El Lobo Rojo se entrelazan. 


Otra preciosa ilustración de Friedrich Karl Waechter



La eterna búsqueda de una definición

Jamás una sola palabra será suficiente para definir una existencia, porque somos muchas cosas. Instantes que vivimos, caminos que tomamos; amor que encontramos, preguntas que nos hacemos; respuestas que hallamos.
Las definiciones que nos ponemos y nos ponen aprietan y hacen daño. Vivir la vida a la manera de cada uno, desde el principio hasta el final, es el único camino posible si queremos intentar ser fieles a nuestra esencia de Lobo Rojo.


Llevo todo el día... y me agarro a un viejo pañuelo, polisemia de tela para mí. Lavanda, violeta y malva; flores y tacto; aroma y recuerdos; porque también las cosas son pura polisemia. Pura e inabarcable polisemia, como El Lobo Rojo.



"-¿Esto es para niños o adultos?
  - Yo dibujo y escribo para todos los que tuvieron cinco años, todavía conservan recuerdos de esos años y les gustaría llegar a los noventa y nueve". 
(Friedrich Karl Waechter)









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