Pontevedra: de piedra, fuentes e historia

 

Fuente do Peirao


A  Pontevedra puede llegarse de muchas formas. Puede llegarse por casualidad, o con un plan premeditado...

En muchas ocasiones, conocer Pontevedra es una cuestión de azar. Como cuando se llega escapando de nubes pasajeras que ensombrecen el plan de una tarde en la playa. O, en mitad de un camino más largo, más profundo... Pero en el marco de esta travesía siempre existe la oportunidad de perseguir la madurez de la uva, la fragancia invernal de las camelias... Las estelas de salitre que dejan los delfines durante sus traviesas incursiones en la ría... 

En muchas ocasiones, Pontevedra es una casualidad. Pero el viajero que llega a la Boa Vila debe tener claro que siempre va a ser más de lo que se ve a simple vista. Un callejero plagado de presencias invisibles. Un recorrido a través de tiempo y espacios, surcando rutas dibujadas de escudos, frecuentados por fantasmas de literatos y músicos. Un paseo por esta pequeña ciudad a orillas del Lérez magnetiza imaginaciones y miradas.

Las estaciones visten la ciudad con sus ropajes de colores exclusivos. Mientras, la ría crece y decrece bajo el influjo de la luna y las mareas. Cambian los decorados de las calles, transitando desde filas de escolares que corren al colegio hasta atardeceres que se alargan decorando terrazas estivales. Desde luces navideñas hasta primaveras y maios que visten la Plaza de la Herrería. Sin embargo, hay una constante que ni siquiera satélites, calendarios o relojes pueden cambiar: la magia del agua de las fuentes que compone la música para esta ciudad de piedra dispuesta a contar su historia a todo aquel que quiera escuchar.


El rumor de las fuentes

Pontevedra es una ciudad pequeña. Una Boa Vila que, "... da de beber a quien pasa". Y es que es imposible no fijarse en las cuatro fuentes que hidratan la geografía de su casco urbano, fruto de la influencia del arquitecto municipal, Alejandro Rodríguez Sesmero.
También autor del Palacete de las Mendoza o la Casa del Concello, a finales del siglo XIX impulsó la colocación en la villa de cuatro fuentes de hierro fundido exactamente iguales. La leyenda dice que existía una quinta fuente. Pero aparte de diversas alusiones en ciertos documentos, nada se ha sabido de ella desde el momento en el que se encargó.

Hoy en día el cuarteto de fuentes  sigue en pleno funcionamiento. Buscarlas, siguiendo el trazado del casco histórico será una forma genial de conocer algunos de los rincones más bellos de su mapa. Además, un plano donde ir marcando las fuentes encontradas y una pequeña recompensa final, transformará el paseo en una yincana, al tiempo que los viajeros más pequeños se convierten en intrépidos detectives.

Fuente de Santa María



Casi desde cualquier punto de la ciudad se intuye el murmullo de la piedra. Un ruido inaudible que trasciende al hormigón y al tráfico de los coches. Un ruido que tan solo queda amortiguado en ciertas zonas por el correr del agua. Y es precisamente en esas zonas donde, aguzando la escucha, puede adivinarse el recorrido para llegar hasta las fuentes.

Comenzando el recorrido

Es posible comenzar el camino cerca de La Peregrina, emblema de la ciudad. Junto a la iglesia, en la Plaza de Orense, se halla la primera de las piezas. Después, dejando a la derecha la Plaza de la Herrería, puede descenderse hacia la Plaza de Curros Enrríquez. Para, a continuación, elegir entre seguir recto por la calle Manual Quiroga y ascender, al final, hacia la Avenida de Santa María. O, bajar, con la Plaza del Teucro a la izquierda, en busca de la Plaza de la Verdura.

Aunque la búsqueda de fuentes no concluye aquí. Un pequeño paseo sin rumbo fijo, seguro descubrirá otras que merecen la pena. Unas, tras los muros del Convento de Santa Clara, del siglo XIII, guardada prácticamente en secreto hasta hace bien poco. Se trata de una hermana, muy parecida, a la fuente que preside los Jardines de Casto Sampedro. Otra, la Fuente do Peirao, en la Calle del Barón. Sobre ella, una inscripción rinde homenaje a la Carabela Santa María, en la que Cristóbal Colón llegó a América. Subiendo esa calle se llega hasta el Parador de Pontevedra, conocido como Casa del Barón. Dentro, en su mágico jardín, canta el agua de una fuente en forma de trébol. A la sombra de sus longevos árboles es sencillo imaginarse penetrando en un libro de cuentos.

También, siguiendo en el centro histórico, llaman la atención otras dos fuentes, esta vez de piedra: la que se halla en la base de acceso a La Peregrina. Así como la que adorna las escalinatas de la Plaza del Teucro. La primera, decorada con motivos religiosos relacionados con motivos religiosos relacionados con el Camino de Santiago. La segunda, con una pila en forma de concha. Pero las dos tienen una cosa en común: son solo el preludio de toda una historia por descubrir.

Fuente de La Peregrina



La búsqueda de fuentes es el primer paso en un circuito por una ciudad con mucho que mostrar. Una casilla de salida repleta de promesas. Las horas aquí se tiñen de una cotidianidad acogedora y a la vez, plagada de sorpresas. Es un lugar que se abre para recibir, arropar, hospedar, cuidar... Y, si se escucha con atención,, es un lugar presto a contar secretos de pasado, presente y futuro.

Más que agua

La de Pontevedra y el agua es una unión innegable, indivisible, irremediable, atemporal... Empezando por las fuentes que ya hemos encontrado y, siguiendo por los ríos que bañan la ciudad: el Gafos y el Lérez. Ambos recorren ciertos puntos de la geografía urbana formando espacios naturales propios aquí y allá, encontrando en la ría el final natural para su trayectoria.

Senderos naturales visitados por aves estacionales invitan a transitar entre típica vegetación de ribera. Es habitual escuchar petirrojos y jilgueros acompañando el camino. Si hay suerte, es posible ver alguna garza que ha parado a comer y descansar por la zona. Sobre el Lérez, se tienden varios puentes que conectan con la otra orilla de la capital pontevedresa. El de los Tirantes, el del Burgo, el de A Barca...

Dejando a la izquierda el puente de los Tirantes, comienza un recorrido habilitado también para ir en bici. En esa zona, a través de una pasarela peatonal, se accede a un espacio conocido como A Illa das Esculturas. Un lugar en el que arte, imaginación y naturaleza se fusionan en una especie de museo al aire libre. Allí se vivirán diversas experiencias. Desde perderse y encontrarse en un laberinto, hasta tomarse un descanso sobre el césped o, si todavía hay ganas de aventura, buscar un tesoro con los niños, para el que en la oficina de turismo facilitan un plano, y puede que hasta una pequeña recompensa.


Una última cosa: para pontevedrear, sobre todo con niños, siempre es bueno llevar alguna ayuda externa. A nosotros siempre nos funcionan:

- Agua y algo de comer.

- Planos (pueden utilizarse los de la oficina de turismo) y pinturas o rotus para marcar las conquistas.

- Lupas, prismáticos o cualquier otro dispositivo (hecho en casa o comprado) para jugar a ser exploradores.

- Tizas (hay mil adoquines dispuestos a servir de lienzo).

- Pomperos; porque una simple pompa de jabón puede hacernos volar en un momento de tranquilidad.





El recorrido por Pontevedra no ha hecho más que empezar. Restan todavía por conocer y explorar plazas, jardines, museos, puentes, palacios... ¿Pontevedreamos?




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