10 y 41



Tú y yo y el 8 de marzo de 2020

10 y 41 podría ser una hora. Esa hora en la que los niños ya están en el cole y yo trabajo tranquila en casa. O por la noche, cuando ya están todos acostados y rastreo canales desde el sofá antes de caer en un coma que me lleva a las profundidades del sueño y de los sueños atrasados.
Puede ser una distancia kilométrica, una coordenada... Puede ser un tercio de un número de teléfono, el peso de mi carrito de la compra del mes...

Todas

Pero en realidad es algo más importante y más grande que todo eso. Eres tú. Somos tú y yo.
Nosotras. Nosotras y ellas. Todas. Las que estuvieron antes, las que están; las que estamos y las que estarán.

A veces me da la sensación de que vivo en una especie de cuenta atrás. Que el paso de los años me lleva directamente a una nueva casilla de salida en otro juego; en otra división.

Ahora me doy cuenta de lo fácil que era antes... "Mami, ¿Esto es azul?" y yo respondía... "Sí, es azul". "Mami, cuenta hasta 10"... y yo contaba.

Pero ahora todo está cambiando. Las respuestas no son exactas ni certeras y a veces, ni siquiera hay respuesta.
Pronto empezarán las preguntas difíciles. Preguntas a las que no sabré que contestarte.

Sé que a veces tendré que arriesgarme en medio de la oscuridad. Sé que aunque intente enseñarte, inculcarte y demostrarte que puedes hacer todo lo que te propongas, que no tu físico no te define, que no tienes que cambiar por nadie porque eres genial, única, perfecta y completa tal y como eres, el mundo a veces te hará dudar... Porque vivir a veces duele.

Recuerdos

Recuerdo, estando en la Facultad, una noche tomando unas cervezas con mis amigas... No sé muy bien cómo pero empezamos a hablar de algunas experiencias que jamás nos habíamos contado. Una a una narramos una historia que nunca nos volvimos a repetir y de la que en la vida volvimos a hablar.
De las siete u ocho chicas que estábamos en la mesa a todas nos había ocurrido un episodio de abuso. ¡A todas!
A muchas de ellas las conocía desde los cinco o seis años y no abordamos esa conversación hasta los 19 y con unas cervezas de por medio.
Muchas no se lo habían contado a nadie. Les daba vergüenza, les hacía sentir mal. A todas nos pasaba, como si nosotras fuésemos las culpables.

Desde la adolescencia (temprana) recuerdo miradas que me violentaban y confundían o comentarios que me avergonzaban dichos por hombres que incluso pensaban que yo debería sentirme agradecida.

Recuerdo bajar con mis amigas del autobús del colegio y no sacarnos la chaqueta del uniforme para mantener el pecho incipiente a salvo de miradas. Recuerdo adultos calculando que edad tendría o un señor que me tocó el culo un día que íbamos a entrar al cine... 
Tengo recuerdos muy oscuros de esa etapa en la que el cuerpo cambia y la cabeza y el corazón están llenos de interrogantes.
Día de la mujer
En un día como hoy, en uno como el de ayer o como el que será mañana me gustaría poder decirle a Blanca que espere con las manos abiertas un mundo distinto en el que poder sentirse libre y segura, entera, perfecta y sin miedo. Pero todavía queda mucho camino para eso y debo (debemos) enseñarle a luchar para que la escuchen, para defender sus derechos, para gritar fuerte que "no" o para gritar fuerte lo que le de la gana. Porque no es un estereotipo, es un ser humano.
Aún hoy es el día en el que siento miedo cuando bajo a los perros a primera hora del domingo por la calle desierta y me cruzo con un grupo que viene de salir que se mete conmigo ladrando o haciendo cualquier otra gracia (sí conmigo, una madre de 4 hijos de 41 años).
Las leyes, las manifestaciones, la reivindicación del feminismo está muy bien pero falta educación.

En casa educamos a nuestros hijos con la igualdad y el respeto como pilares básicos de la convivencia pero hablo de una educación que va más allá; de una en el mundo exterior que exista en todas las esferas.

Las tiritas no pueden cerrar una herida que lleva abierta tantos años. La educación es el primer paso para revertir la infección. Si no el pues acaba saliéndose y manchando todo por muy bonito que sea el vendaje.
Hay que vencer la pereza y utilizar las leyes para la inmediatez, de acuerdo. Pero trabajar desde las bases pensando en las futuras generaciones. Los incentivos y los castigos valen (no solucionan) para el presente pero no educan.
Mientras estaré alerta. Acechando desde la sombra de mi maternidad. No me da miedo gritar por  mi hija. No me da miedo denunciar, salir a la calle, luchar. Lo haré por ellas y por todas las demás hijas. No quiero imaginarla una noche de cervezas con las amigas contando una historia triste y repetida.
Voy a gritar por ti.

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