Esperándome





Se me han ido pudriendo las palabras,
encerradas dentro de un armario.

Se han ido llenando de polilla
como prendas que no usas y se olvidan, 
como viejos vestidos de un difunto,
como juguetes perdidos de algún niño.

Se han centrifugado con las toallas.
La lavadora las ha dejado sin colores.
Sólo un blanco puro y sin sentido;
brillante disfraz sin significado.

Se me han ido escapando entre los dedos
las historias que apretaba entre los puños
Como el mar en la orilla de una playa,
llega y se va,
y es sólo arena húmeda.

Se me quedan pegados y resecos,
los labios
pálidos de besos y sonidos,
por no pronunciar el nombre de mis musas,
que descargan su ira contra mí
con el olvido.

Enfadadas porque yo las he olvidado,
no atienden  a razones ni a motivos,
mientras lucho cuerpo a cuerpo con el tiempo
que se traga veinticuatro horas cada día.

Se queda mi libreta huérfana en la mesa,
y mi bolígrafo mudo y sin saliva.
Esperan quizás sólo un roce de mis dedos;
quizás sólo un minuto 
de los que tiene el día.

Esperan y yo sigo esperándome,
confiando nuestros silencios  a la luna;
pidiéndole deseos a una estrella.



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