La blusa manchada de caca, la magdalena ladrillo y otras historias del desorden de mi vida


La magdalena ladrillo


Que si hiciera un tablero en Pinterest (si supiera hacerlo) con fotos de mi casa tendría que titularlo: "Desorden"; que nunca elegirían nuestro salón para ilustrar una revista de decoración (salvo para un "antes" de un "antes y un después" y alguien viniera a hacernos una reforma e plan reality); que nuestro hogar está sembrado, día sí y día también, de "zonas 0" que se reproducen y emergen de nuevo  machacando cualquier intento de orden, son cosas que cualquiera que venga a visitarnos podrá apreciar con sólo cruzar el umbral de nuestra puerta.
Nunca hemos sido un modelo de orden, pero desde la llegada de Alejandro y Daniel nos hemos ido alejando a pasos agigantados de ese modelo. No lo encontraríamos ni con una brújula, ni con G.P.S; ni aunque nos lo dieran envuelto en papel de regalo.

Los peques acaban de cumplir su primer año y echando la vista atrás recuerdo las primeras señales de alarma de la llegada del caos...



Durante los primeros días de Diciembre del año pasado, mis suegros vinieron a conocer a los nuevos bebés. Con el reloj en nuestra contra intentamos mejorar un poco el aspecto del salón: mogollón de revistas al revistero, un par de cosas debajo del sofá, otro par de pares al armario y a cerrar las puertas a presión. Pero como la realidad no es Instagram y no hay filtros que valgan, al ir a sentarse mi suegra en una silla... ¿Qué hace aquí un calcetín? (Si tuviera un palo lo hubiera utilizado). Y el calcetín venga a reírse de mí: Llevabas dos días buscándome... ¡Pues aquí estoy!

A los pocos días regresaron para felicitarnos las fiestas. Fue algo así:
"Feliz año. Nuestros mejores deseos para el que viene. Que los pañales sucios lleguen al cubo de la basura y que tengáis salud" (Mea culpa. De camino a la cocina me dejé un par de pañales sobre el baúl de la entrada... la noche anterior).

Y todo ha seguido así durante este año. Así no, en realidad más rápido; más loco; más cuesta abajo.
Se trata de un caso claro de las "Tres Des": Desorden. Despiste. Dinosaurios (Esto último lo digo porque estoy viendo un grupito que se ha quedado rezagado junto a la pata de la mesa).

Por las mañanas da igual a qué hora me levante ( o no me acueste); al final, meriendas a todo correr a la fiambrera y nosotros, como las meriendas, a correr también.

Los lunes y miércoles a David le toca llevar bizcocho o galletas...
A ver... como el último día llevó galletas, hoy le pondré magdalena. Una se intenta abrir paso entre la niebla de mi insomnio que nunca termina de despejarse del todo... ¿Dónde te dejé?... ¿Dónde?...

Meto la mano sin mirar hacia el fondo del armario y saco una cajita. Parece vacía. Estoy a punto de decir alguna palabra fea pero la esperanza renace. Parece que queda una... pero no. Aquello no es una magdalena. Es un ladrillo. Un ladrillo descolorido y reseco que choca contra el plato cuando volteo la caja. Estoy casi segura de que podría utilizarse como material de construcción. Estoy segura del todo.

El estruendo es asombroso. El plato choca contra el suelo rompiéndose en cuatro pedazos; cuatro ¡Qué casualidad!
Me parece que a David le va a tocar otra vez tomar galletas. Enseguida compruebo con alivio que aún quedan un par de paquetitos de dinosaurios. ¡Gracias a quién corresponda!.

Estoy cerrando la cremallera de la mochila (también de dinosaurio); a punto de decir: ¡Nos vamos!, cuando Daniel se pone a llorar a pleno pulmón.
Me acerco a cogerlo.
Huele mal desde lejos.
No es una caca. Es la súper- caca.
Al cambiador directo.
Puñado de toallitas. Cambio entero de ropa. Más toallitas y pañal limpio.
Nota mental: Poner una funda limpia en el cambiador: ¡Alerta de manchurrón!.
Abrigos a los bebés.
A la silla y cerramos sacos.

Todos gorros y bufandas, yo incluida. ¡Sí, tú también, que sólo te falta hacer todo esto acatarrada!
Me transformo en cebolla con mil capas de lanas, a sabiendas de que me va a costar concentrarme en apurar el paso con este calorcito.
Me miro en el espejo del ascensor. Bajo la bufanda asoma el cuello de mi camisa blanca.
Estoy contenta; hacia mucho tiempo que no me ponía la blusa blanca (casi quince días desde que la dejé en el cesto de la ropa sucia).

Paso una mañana normal, en plan mamá  de The Walking Dead, con una silla gemelar y la nariz tocada por un moquillo eternamente congelado. La tarde se acelera un poco, con una tutoría y el cumplimiento de la promesa de parque que hice a la desesperada el día anterior para que se fueran a la cama.

Cuando llegamos a casa me encierro en el baño para ducharme y tener la excusa de que no los oigo a través de la puerta.
Hablo con mi reflejo, en plan ejercicio de autoayuda. ¡Otro día superado! ¡Muy bien, Eva!
De pronto escucho una carcajada. Un manchurrón se ríe de mí (como el calcetín) junto a un botón de mi blusa tan blanca; tan blanca y tan sucia.
¡He ido por ahí todo el día con la blusa manchada de caca! ¡Bien por mí! (Esto ya no es un ejercicio de autoayuda).

... Y a mis suegra le pareció grave encontrarse un calcetín en la silla del salón. ¡Menos mal que hoy no me ha visto! (Prefiero concentrarme en eso que en toda la gente que sí me ha visto)

¡Adiós blusa blanca!. Otra vez al cesto de la ropa sucia. Nos vemos en medio mes.

Salgo del baño.
Canela se ha comido media caja de cartón de los adornos de Navidad. El suelo está lleno de juguetes y Cantajuego resuena en el salón a todo volumen.
Noto algo en la boca del estómago, sube por mi garganta y choca contra el paladar. Por un momento tengo miedo de vomitar, pero no. Lo único que sale por mi boca es una carcajada. Una risa histérica y puntiaguda. Risa de loca. Risa desordenada como mi casa; como mi vida y mis letras; como mi cabeza.

¡Qué bien sienta reírse!
















Comentarios

  1. graciasssssss! muy hermoso y ya compartido! saludosbuhos, te esperamos en la morada siempre que gustes

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  2. Un relato muy divertido, nos cuentas tus desastres de tu vida en cuanto no hay tiempo para ordenar. Con dos niños de un año y si son gemelos o mellizos bastante acertado lo tienes todo. Ya vendrán tiempos mejores. Además cuando se tienen hijos pequeños parece que no pasa el tiempo, pero pasa, verás que cuando os deis cuenta esos niños tendrán 25 años. A mi me paso el tiempo demasiado rápido. Disfruta de esos niños que después no te vas a arrepentir. Un abrazo

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  3. Jajajaja, qué recuerdos me has traído. Lo peor es que ahora mis hijos son ordenados pero con los animales también vivo en un caos, ahora mismo estamos criando dos pajaritos que comen con jeringuilla cada 4 horas, menudo caos y sueño, jejeje.
    Besos.

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  4. Es el día a día a ritmo de gemelos,... jajaja. Estupenda entrada Eva. No se si es realidad o ficción,... pero a la protagonista solo me queda decirle que paciencia, ... ya vendrán tiempos mejores!

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