Nadie

Nadie aún no ha nacido. No existe. No vive en ninguna parte.
No tiene pensamientos ni deseos. Ni siquiera han nacido todavía, pensamientos o sentimientos hacia él.
No despierta a los vecinos su llanto inexistente. No pueblan el aire de la casa sus gorjeos. No escapa su aroma tierno por la ventana abierta.
Nadie no conoce la palabra pero habla consigo mismo, jugando con significados innombrables.
No sabe nada. No sabe qué es; quién es, pero desea respuestas para las preguntas que no puede formular. Espera pertenecer pronto a un cuerpo; un cuerpo pequeño y frágil, y abre mucho sus ojos invisibles que no sabe que tiene, para verlo todo, para vernos a todos, escuchando su propia voz callada en todas partes.

Nadie aún no ha nacido. No está. No es, y no será hasta que una voz lo nombre por primera vez. Hasta que ella lo sienta crecer. Mientras, él observa con sus ojos sin pestañas, sin pupilas, sin cuencas. Continua ignorante del futuro y de sí mismo, en su cueva de nada y de infinito llena de nadies. Protegido en su anonimato de la impercepción porque no es perceptible. Continua, desconociendo su poder para cambiar vidas; para fijar fechas de cumpleaños que aún no se cumplen y no tienen dueño; para llevar nombres nuevos de mujeres y hombres.

Nadie no sabe que puede correr mucho, aunque no tenga tronco, ni extremidades; aunque no tenga nada; no sea nada. Continua su espera, ajeno a los pozos de látex, y a los meses, a las hormonas y a los ciclos....
Hasta que un día...ella lo presiente y después de un rato de dudas camina hasta la farmacia. Y, de vuelta a casa, el bastoncillo de plástico y la orina le dicen que sí, que sí. Nadie todavía no ha nacido pero nadie existe; para ella; en ella. Nadie empieza a existir, y sus labios ya lo nombran, antes de ponerle nombre.


Nadie respira plácido y somnoliento entre las entrañas calientes de la madre que aún no ha visto. Respira y su esencia se desvanece del territorio celeste y escondido, invisible, inaudible, repleto de vidas esperando turno para vivir; lleno de nadas que son nada hasta que germinan siendo todo.

Nadie bucea entre tinieblas de atardecer, rojizas y profundas. Chupa y absorbe lo que le rodea, saciando el hambre con la vida que lo alimenta con su vida. Y a cada trago olvida; olvida más y más, hasta relegar a la nada del olvido la nada que fue un día; hasta acabar desconociendo lo que ha visto; lo que ha escuchado con los ojos y los oídos sin formarse.
Nadie es ahora algo. Algo diminuto y único. Una vida dependiente que empieza a crecer. Desvalido y fuerte, respira y existe en la sangre que lo acuna y lo adormece.
Nadie deja de ser nadie porque empiezan a imaginarse identidades futuras para él. Se planean nombres y se imaginan vidas, lejos del anonimato y de la inexistencia de los que aún no están, que aún no tienen nombre, ni tiempo, ni espacio, y pueden verlo todo, y nos ven a todos para luego ser, y olvidar, igual que todos hacemos, lo que fuimos antes de ser.


Hace un tiempo mi hija Blanca me contó la historia de qué hacen los bebés antes de ser bebés en las barrigas de sus madres...
Ella cree que siempre ha estado presente en nuestras vidas, antes de estarlo, y del bastoncillo de plástico, y de las dos rayitas rosadas. A veces, cuando recordamos algo anterior a su nacimiento, ella asiente y dice que también lo recuerda. (Incluso a veces acierta, lo cual me produce cierta inquietud). Cuando le preguntamos cómo puede recordarlo si ella todavía no había nacido, nos dice que es porque los espíritus de los bebés que no han nacido están en el cielo en una habitación enorme entre las nubes, como si fueran ángeles, pero sin alas ni nada, me dice. Me explica que cuando están allí a la espera de "nacer" y ser "alguien" no tienen cuerpo, pero pueden vernos a los que estamos aquí abajo y saben todo lo que hacemos, y pueden desear una mamá. Si tienen mucha, mucha suerte, se cumple su deseo. Muy bajito, muy bajito, con una sonrisa me dijo : "Yo te elegí a ti".
Muchas gracias Blanca, ¡Qué suerte he tenido!

Comentarios

  1. Muy tierno ese amor que imanta desde espacios recónditos. Me gustó mucho Eva.
    Abrazos.

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  2. Gracias por pasarte a leerme, Alejandra. Me alegro de que te haya gustado. Un abrazo!

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